TRADICIÓN Y FUTURO Bodega fundada en 1815 por Don Pedro Aragón Morales (1795), consolidando una tradición familiar de producción de vinos propios.

El primer emplazamiento del lagar y la bodega estuvo en el antiguo Callejón de Jerez (hoy calle Sor Ángela de la Cruz), donde se vendía directamente a los jornaleros que pasaban a realizar las peonadas en las viñas y desde donde también se distribuía a otros establecimientos de Chiclana.

Posteriormente, su hijo Juan Aragón Ramos, que heredó el lagar y parte de la solera, amplió las instalaciones, aunque, como posteriormente lo haría su hijo Juan Aragón Saucedo, continuó manteniendo la misma estructura del negocio, fundamentalmente orientado a la venta local. Diego Aragón Periñán (1896), en la siguiente generación ya a principios del siglo XX, dio un gran empuje a la bodega, adquiriendo más viñedos y trasladándola a la calle Olivo, emplazamiento que aún se mantiene en la actualidad.

En una época en que proliferaban los edificios sanitarios aislados para enfermos y convalecientes, el edificio de la bodega, que destacaba solitario entre los huertos de la zona, con su sólida construcción y sus numerosas ventanas, comenzó a ser conocido en Chiclana como El Sanatorio. Contribuyó también a ello la creencia de que los buenos vinos constituían un excelente reconstituyente para personas de salud delicada.

Manuel Aragón Manuel Aragón Baizán (1916), que regentó durante un tiempo un negocio de vinos que su padre Diego tenía en Cádiz, decidió al fallecer este, hacerse cargo de la bodega

Gracias a potenciar esta aumentando sus instalaciones así como las zonas de distribución, y estableciendo unas líneas exquisitas tanto de cultivo y producción como de trato al cliente, se crearon los cimientos de la que hoy es la empresa Manuel Aragón Baizán S.L. de la que en la actualidad son propietarios cuatro de sus hijos.

La Bodega Manuel Aragón está incluida dentro de la D.O. Jerez-Xérèz-Sherry y Vinos de la Tierra de Cádiz y es reconocida por la gran calidad de sus vinos. La elaboración de nuestros vinos comienza en los viñedos de los pagos más tradicionales de la zona.

Estamos convencidos de que cada decisión que tomamos en los viñedos y en la elaboración del vino es importante para la calidad de los vinos que producimos. La dedicación de nuestro experto capataz de campo y la habilidad y experiencia de nuestro enólogo han tenido como resultado la elaboración de estos vinos tan apreciados.

El Espíritu de Manuel Aragón La Bodega Manuel Aragón se ha caracterizado siempre por la defensa de la tradición y la dedicación a sus clientes para conseguir los vinos de la mejor calidad. Solo es necesario fijarse en los nombres de sus vinos para ver esa dedicación.

Así, el Amontillado “El Neto” fue bautizado así por Diego Aragón, en homenaje a uno de sus trabajadores más humildes: Juan, apodado El Neto, el carrero que con su carro tirado por una mula recorría la provincia de Cádiz para llevar los vinos a los clientes de fuera de Chiclana. Que el dueño de una bodega piense en perpetuar el nombre de su carrero poniéndole su nombre a uno de sus mejores vinos, dice mucho de la sabiduría, humildad y humanidad de esa persona.

Que todos los que participan en un proceso productivo son importante es algo bien sabido, pero que quien está en la cúspide de la organización tenga la humildad de reconocer ese valor intrínseco de incluso los empleados más humildes es algo grandioso. Lo mismo ocurre con el Cream “Arrumbaó”, que rinde culto al arrumbador, el operario cuya misión era asentar las botas, trasegar y clarificar los vinos.

Otro mensaje vital de la Bodega Manuel Aragón en cuanto al respeto que siente por todos los que participan en la producción del vino. Pero podemos encontrar otros ejemplos similares entre los vinos de la bodega: el Oloroso “Tío Alejandro” es un homenaje al cliente fiel, porque el Tío Alejandro era justamente eso, un más que cliente, amigo y colaborador de la bodega, al que la Bodega le dejó un reconocimiento vitalicio. Además, las uvas de sus viñas la destinaban a nuestra bodega.

Igual con el Moscatel “Los Cuatro” porque esos anónimos cuatro era un grupo de clientes habituales que así se nombraban entre ellos y que se reunían en torno a una mesa de la bodega para compartir sus vivencias degustando una botella de buen vino. Los actuales propietarios han querido perpetuar ese respeto a las raíces y han puesto nombres entroncados con Chiclana a dos de sus más recientes creaciones, el Médium “Hoyo Membrillo”, un vino excepcional que hace las delicias de cualquiera que lo prueba, que toma su nombre de la zona donde se estableció la primera de las dos bodegas que existen en la actualidad, la ubicada en la calle Olivo, junto a la calle que se llama actualmente Hoyo del Membrillo. Del mismo modo, el Tinto criado en roble “Campano”, toma su nombre actual del paraje donde se erige la bodega de producción de la firma.

Y el excelente Sauvignon Blanc se bautizó con el nombre de “La Batalla de la Barrosa”, recordando a tal evento ocurrido durante la Guerra de la Independencia en la proximidad de la playa chiclanera. El espíritu de Manuel Aragón se traduce en tradición, dedicación, profesionalidad y orgullo de ser viticultores y bodegueros enamorados de su negocio para ofrecer, desde una bodega familiar, lo mejor que merecen sus clientes y la localidad que los vio nacer y en la que siguen viviendo, Chiclana de la Frontera.